Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En el corazón de la selva del Darién, un refugio para inmigrantes se presenta como un oasis en medio del caos. En este lugar, un restaurante sorprende a los viajeros con la oferta de pescado frito y chuletas de cerdo, además de internet 5G, un lujo en este entorno hostil. Sin embargo, a solo unos pasos de la aparente tranquilidad, la realidad es sombría y peligrosa. A tan solo 30 minutos a pie, una valla de alambre de cuchillas recuerda a todos que la ruta hacia Panamá está cerrada, o al menos, limitada. La respuesta de un agente del Senafront, la fuerza fronteriza panameña, resume la confusión que reina en esta zona: "Lo único que puedo decir es que esta ruta está cerrada". El Darién, conocido por su espesa selva y condiciones inhóspitas, ha sido un paso temido por muchos migrantes. Durante años, se consideró casi imposible de atravesar debido a la presencia de serpientes venenosas, ríos caudalosos y grupos de bandidos que asaltan a quienes se aventuran. Sin embargo, la desesperación provocada por la violencia y la crisis económica en América Latina ha llevado a un número creciente de personas a desafiar estos peligros. Según datos recientes, en 2014 menos de 10,000 migrantes cruzaron el tapón del Darién; en 2022, esa cifra se disparó a más de 500,000. La situación podría empeorar tras las elecciones presidenciales en Venezuela, donde el autócrata Nicolás Maduro ha consolidado su poder en medio de acusaciones de fraude. Frente a esta crisis, el gobierno de Estados Unidos ha buscado soluciones urgentes. Con la esperanza de frenar el flujo migratorio, el presidente Joe Biden firmó un acuerdo con su homólogo panameño, José Raúl Mulino, para repatriar a migrantes indocumentados. Sin embargo, a pocas semanas de la firma, Mulino ha comenzado a dar marcha atrás. El caos en la selva se intensifica a medida que la incertidumbre sobre la implementación del acuerdo crece. La propuesta inicial de ambos gobiernos parecía clara: aquellos migrantes que no cumplan con los requisitos para entrar a Panamá serían enviados de regreso a sus países de origen con vuelos costeados por Estados Unidos. Panamá ya recibió una suma de 6 millones de dólares para equipar y entrenar a su fuerza fronteriza. Sin embargo, la falta de pasaportes y visados válidos complica la situación. Se estima que solo el 7% de los migrantes venezolanos tienen la documentación necesaria, lo que plantea serios obstáculos para la repatriación. En un giro inesperado, Mulino ha declarado que los vuelos de deportación serán voluntarios. "Si los migrantes no quieren volver a casa, entonces se irán [a Estados Unidos]. No puedo detenerlos", comentó. Esta situación evidencia la falta de un plan viable y la desesperanza que sienten muchos migrantes. Con Venezuela sumida en una crisis económica severa y Haití y Ecuador enfrentando violencia extrema, es difícil imaginar que alguien decida regresar a su país de origen. Mientras tanto, el gobierno panameño ha cambiado su enfoque y habla de crear un "corredor humanitario". Este cambio, impulsado por el deseo de gestionar el flujo migratorio, ha llevado a la implementación de controles biométricos y registros de antecedentes en varias etapas del viaje. Sin embargo, la efectividad de estas medidas es cuestionable, ya que los migrantes continúan enfrentándose a peligros mortales en su travesía. Estados Unidos, sorprendido por este cambio de rumbo, parece no haber previsto la rapidez con la que se desmoronaría el plan acordado. La realidad es que los intereses de ambos países divergen: mientras Panamá se preocupa por la anarquía en su frontera, Estados Unidos enfrenta la presión interna de su electorado, que está cada vez más preocupado por el aumento de la inmigración. La violencia en la región también está en aumento. Grupos del crimen organizado, tanto colombianos como panameños, aprovechan la desesperación de los migrantes. Se estima que bandas criminales como el Clan del Golfo obtienen miles de millones de dólares al año a través del tráfico de personas. Esta situación crea un círculo vicioso donde la migración masiva alimenta aún más la violencia y el caos. A medida que los gobiernos intentan implementar soluciones, la confusión sobre el terreno se intensifica. En redes sociales, los traficantes ofrecen rutas "VIP" que prometen evitar la atención de las autoridades fronterizas. Sin embargo, estas promesas a menudo resultan en tragedias, como la experiencia desgarradora de una familia venezolana que, tras ser engañada sobre la duración y seguridad del viaje, terminó atravesando la selva durante días y enfrentando graves peligros. Mientras los gobiernos se enredan en negociaciones y promesas, el sufrimiento de los migrantes continúa. La crisis del Darién no es solo un problema regional, sino que refleja la complejidad de la migración global y la necesidad urgente de soluciones integrales que aborden las raíces del problema. Con cada día que pasa, la incertidumbre y la desesperación solo aumentan, dejando a millones de personas a la deriva en busca de un futuro mejor.