Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En un mundo donde muchos esfuerzos creativos a menudo se persiguen por pasión más que por lucro, el término "honorario" ha adquirido un nuevo significado. Comúnmente entendido como una tarifa pagada por servicios que generalmente se ofrecen de forma gratuita, esta palabra destaca las complejidades que rodean la compensación en las artes, la academia y varios campos que dependen de contribuciones voluntarias. Discusiones recientes en lugares como The New York Times subrayan la necesidad de honorarios para fomentar la expresión artística. En un artículo de Jennifer Wilson titulado "Dónde están los artistas -- y a cargo", el concepto cobra vida a través de las experiencias de los Proyectos Ortega y Gasset, una galería sin fines de lucro en Bushwick, Brooklyn. La co-directora Leeza Meksin explica cómo la galería emplea una división de 60-40 entre artistas y galería, asegurando al mismo tiempo que los artistas que pueden no vender ninguna obra sean compensados con un honorario. Esta provisión financiera permite la creación de instalaciones innovadoras y trabajos específicos para el lugar, rompiendo las barreras que a menudo sofocan la experimentación artística. La importancia de los honorarios se extiende mucho más allá del ámbito del arte. En la academia, los conferenciantes y ponentes invitados frecuentemente reciben honorarios por su experiencia, asegurando que incluso las contribuciones voluntarias sean reconocidas y valoradas. Esta práctica no solo incentiva la participación, sino que también cultiva un ambiente de respeto y aprecio dentro de las comunidades académicas. En una sociedad que frecuentemente prioriza el lucro sobre la pasión, el uso de honorarios sirve como un recordatorio de la importancia de reconocer y compensar los esfuerzos que enriquecen nuestros paisajes culturales e intelectuales. A medida que las discusiones sobre una compensación justa continúan, el honorario se presenta como una solución práctica y un gesto simbólico de gratitud, permitiendo que creadores y pensadores florezcan sin las limitaciones de las estructuras financieras tradicionales. A medida que este concepto sigue resonando, nos invita a todos a reflexionar sobre cómo valoramos las contribuciones en diversos sectores y a considerar las maneras en que podemos apoyar a aquellos que dedican su tiempo y talentos, a menudo sin esperar una compensación. Es a través de nuestro reconocimiento de estos esfuerzos que podemos fomentar una comunidad más inclusiva y vibrante, donde la creatividad y la innovación sean alentadas y celebradas. En el espíritu de este diálogo en curso, se anima a los lectores a participar activamente utilizando "honorario" en sus propias oraciones, participando así en una exploración colectiva del lenguaje y sus implicaciones en nuestras vidas cotidianas.