Ley contra el fascismo en Venezuela: un intento de control total del régimen de Maduro

Ley contra el fascismo en Venezuela: un intento de control total del régimen de Maduro

La Asamblea Nacional de Venezuela avanza en una ley que busca controlar la disidencia, generando temor por la libertad de expresión y reunión.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro
Política

El reciente debate en la Asamblea Nacional de Venezuela, dominada por el chavismo, ha puesto de manifiesto un intento más por parte del régimen de Nicolás Maduro de consolidar el control sobre la sociedad venezolana a través de la implementación de la "Ley contra el fascismo, el neofascismo y expresiones similares". Esta normativa, que ya ha sido aprobada en primera votación, se presenta como una medida destinada a "preservar la convivencia pacífica" y "proteger a la sociedad del odio". Sin embargo, muchos analistas y opositores advierten que su verdadero objetivo es silenciar cualquier tipo de disidencia. El presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, ha sido claro al afirmar que este proyecto de ley es parte de un "paquete de leyes" diseñado para defender a la población del "terrorismo" y las "expresiones de odio". Sin embargo, estas declaraciones han suscitado una ola de preocupación en la sociedad civil, que ve en esta ley una amenaza directa a las libertades fundamentales que aún permanecen en el país. La propuesta de ley facilitaría la censura de medios de comunicación, la prohibición de manifestaciones y la disolución de partidos políticos, en un contexto donde la oposición ya se enfrenta a graves restricciones. La definición de "fascismo" que ofrece la norma es amplia y ambigua, y permite que cualquier crítica al gobierno sea fácilmente catalogada como una expresión de esta ideología. Se describe como cualquier postura que base su acción en la “superioridad racial” o que “denigre la democracia”. Esto plantea una inquietante posibilidad: que quienes se opongan a las políticas del gobierno puedan ser perseguidos judicialmente por simplemente ejercer su derecho a la libre expresión. En este sentido, la ley contempla severas sanciones para quienes sean considerados promotores del fascismo, incluyendo penas de prisión de hasta 12 años. La falta de claridad en la definición de los delitos también genera inquietud, pues permite al gobierno interpretar la ley de manera que le convenga para el control político. Observadores señalan que tal ambigüedad podría utilizarse para silenciar voces críticas en un contexto electoral donde la oposición ya ha denunciado irregularidades. Las implicaciones de esta ley son especialmente graves en un país donde el acceso a información veraz y objetiva ya es limitado. La obligación impuesta a los medios de comunicación de difundir solo mensajes "educativos" y de "protección" contra el fascismo podría llevar a un incremento de la autocensura, haciendo aún más difícil que los venezolanos estén informados sobre la realidad del país y las violaciones a sus derechos humanos. Además, la ley prohibiría reuniones públicas y manifestaciones que promuevan o hagan apología del fascismo, otorgando a las autoridades la posibilidad de disolver cualquier tipo de manifestación que pueda ser interpretada como contraria a los intereses del gobierno. Expertos en derechos humanos han cuestionado esta medida, señalando que restringe la libertad de reunión y el derecho a la protesta, pilares fundamentales de cualquier democracia. El Laboratorio de Paz, una organización que investiga temas de democracia y derechos humanos en Venezuela, ha criticado duramente esta iniciativa. Su análisis indica que no existe en el país un movimiento de ultraderecha que justifique la creación de tal ley, lo que hace que su promulgación parezca más un intento de perpetuar el control del régimen que una verdadera necesidad social. En este sentido, se manifiesta que la ley busca criminalizar acciones y posturas de la oposición antes y después de las elecciones, lo que podría tener un efecto paralizante sobre la participación política. Esta situación se agrava en el contexto de las elecciones presidenciales de julio, donde el CNE proclamó a Maduro como ganador en unas elecciones que la oposición y observadores internacionales han calificado de fraudulentas. La ley contra el fascismo parece ser una herramienta más del régimen para deslegitimar a sus opositores y consolidar su poder en un ambiente de creciente represión política. La aprobación de esta ley podría marcar un punto de no retorno en el deterioro de la democracia en Venezuela, cerrando aún más el espacio para la disidencia y la pluralidad política. Con la amenaza de sanciones severas, el régimen busca amedrentar no solo a los partidos y organizaciones críticas, sino también a la ciudadanía en general, impidiendo que la sociedad civil se exprese libremente. El futuro de la democracia en Venezuela se encuentra en un momento crítico. La promoción de esta ley no solo amenaza con desmantelar las pocas libertades aún existentes, sino que también podría ser el preludio de un gobierno aún más autoritario y represivo. Mientras el país enfrenta una crisis humanitaria y social sin precedentes, la comunidad internacional observa con preocupación cómo se cierran las puertas a un posible cambio hacia un sistema más democrático y justo.

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