Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En una semana crucial para la democracia peruana, la Corte Suprema enfrenta un reto histórico que podría cambiar la trayectoria del sistema político del país. La Fiscalía de la Nación ha presentado una solicitud para anular la inscripción de la Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros, conocida popularmente como Antauro, un partido vinculado a Antauro Humala, figura controvertida y señalada por su comportamiento antidemocrático. Este movimiento legal se sustenta en el artículo 14 de la Ley de Organizaciones Políticas, que permite al Poder Judicial declarar ilegal a un partido político que promueva conductas que socaven los principios democráticos. La solicitud de la fiscalía no es un simple formalismo. Se basa en un historial de declaraciones y acciones de Antauro Humala que abiertamente desafían los valores fundamentales de la democracia. La agrupación ha hecho propuestas alarmantes, que van desde la ejecución de expresidentes hasta la persecución de migrantes y minorías sexuales. Estas posiciones extremas han encendido las alarmas en un país que no puede permitirse el lujo de regresar a épocas de violencia y autoritarismo. La relevancia de este proceso se intensifica cuando se considera que sería un hecho sin precedentes en el Perú. Nunca antes se había sometido a un partido político a un juicio de esta magnitud por sus postulados ideológicos. Si bien en otras naciones, como Alemania o España, se han implementado mecanismos para evaluar la legalidad de agrupaciones que promueven ideologías extremistas, el Perú apenas comienza a explorar esta posibilidad. La Corte Suprema, por lo tanto, tiene entre manos la oportunidad y la responsabilidad de sentar un precedente que podría moldear el futuro de la política en el país. La existencia de este partido, y el hecho de que haya llegado a este punto, es un reflejo de múltiples fallas en el sistema judicial y político peruano. La serie de errores que llevaron a la Fiscalía a tomar esta decisión no puede ser ignorada. En primer lugar, el sistema penitenciario falló al permitir que Humala saliera de prisión antes de lo que correspondía. A pesar de ser condenado por delitos graves, su liberación fue facilitada por el INPE mediante una reducción de pena basada en trabajos que nunca realizó, lo que desató un torrente de críticas sobre la capacidad del sistema para manejar casos de esta naturaleza. El siguiente error crucial ocurrió en la esfera del Jurado Nacional de Elecciones. Allí, la inscripción del partido Antauro se aprobó con un razonamiento que parecía ignorar la conexión evidente entre Humala y la agrupación. A pesar de la información pública y la historia de su liderazgo, la decisión fue justificada en un mero formalismo que, a ojos de muchos peruanos, representaba un desprecio por el sentido común y la realidad política del país. Asimismo, el Congreso también ha sido parte importante de esta cadena de errores. La negativa a aprobar reformas constitucionales que impidan a condenados por delitos graves postular a cargos de elección popular refleja un cálculo político que prioriza los intereses de ciertos sectores por encima de la salud de la democracia. La falta de acción sobre este punto ha permitido que figuras tóxicas como Humala intenten regresar al poder. En este contexto, la Corte Suprema se convierte en la última instancia que puede corregir el rumbo político. Su decisión no solo deberá basarse en la ley, sino que también tendrá que considerar las implicaciones de su fallo para la sociedad peruana. La rapidez y la firmeza con la que actúe serán determinantes para enviar un mensaje claro sobre la posición de la justicia frente a la violencia y el extremismo. Los ojos de la nación están puestos en este proceso, con la esperanza de que la Corte Suprema no repita los errores de las instituciones anteriores. La historia está en juego, y la oportunidad de fortalecer la democracia peruana depende de la decisión que se tome en este momento crítico. Será fundamental que los magistrados actúen con la agilidad que la situación demanda, reconociendo la trascendencia de su papel en la defensa de los valores democráticos. El futuro del partido Antauro, y por ende de las aspiraciones políticas de su líder, está en manos de la justicia. La posibilidad de que un individuo con un historial de crímenes y de desprecio por la democracia pueda acceder nuevamente a posiciones de poder debería ser impensable en una sociedad que valora la libertad y los derechos humanos. La Corte Suprema tiene la responsabilidad de asegurar que el camino hacia la democracia peruana no se vea empañado por la violencia ni por ideologías que atentan contra su esencia.