La comunidad de los Altos del Golán se une en duelo tras un ataque aéreo que cobra la vida de 12 jóvenes.

La comunidad de los Altos del Golán se une en duelo tras un ataque aéreo que cobra la vida de 12 jóvenes.

Un trágico ataque aéreo en los Altos del Golán mata a 12 niños, uniendo a la comunidad drusa en el duelo y generando temores de una escalada de la violencia.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Guerra

Este día sombrío en los Altos del Golán marca una profunda pérdida para la comunidad drusa unida, ya que las secuelas de un ataque aéreo reclaman la vida de 12 niños y niñas, todos entre las tiernas edades de 10 y 16 años. El duelo permea el aire, pesado y sofocante, mientras familias y amigos se reúnen para llorar a sus hijos, un dolor colectivo que resuena a través de las estrechas calles del pueblo. El día se ve marcado por funerales, donde el dolor es palpable y el peso de la pérdida compartida une a la comunidad en silencio. Sin embargo, dentro de la tristeza, la frustración encuentra su voz. Un local, abrumado por la ira y la desesperación, exclama: “¿Cómo es que todavía hay un Beirut?” Esta pregunta resuena, destacando el miedo que ha atrapado a la comunidad durante casi un año. El aplauso que sigue refleja un sentimiento compartido: el llamado de la comunidad a obtener respuestas en medio de la agitación. A medida que llegan las figuras políticas, las tensiones aumentan. Bezalel Smotrich, el duro ministro de Finanzas de Israel, intenta ofrecer consuelo, pero su presencia provoca reacciones mixtas. Mientras algunos exigen una fuerte acción de represalia contra Hezbolá, otros expresan sentimientos de abandono, cuestionando el compromiso del gobierno con su seguridad. La división de opiniones subraya las complejidades de la situación, mientras la comunidad lidia con la perspectiva de una violencia en aumento en una región ya inmersa en el conflicto. En una conmovedora muestra de luto, 12 sillas negras vacías se sientan solemnemente en un campo de fútbol cercano, representando vidas truncadas demasiado pronto. La imagen sirve como un recordatorio inquietante de la fragilidad de la vida en esta área, donde los ecos de risas y juegos son abruptamente silenciados. Ugarit Abu Assad, una joven local, articula el miedo palpable que pesa sobre la comunidad. “Tengo miedo de las consecuencias de una guerra total”, confiesa, reconociendo el potencial de más tragedias si las tensiones escalan. Sus palabras resuenan profundamente mientras el espectro de la violencia se cierne, una realidad que muchos están desesperados por evitar. Las calles cuentan historias de luto colectivo; pequeños grupos vestidos de negro se mueven en silencio de casa en casa, ofreciendo consuelo y solidaridad unos a otros. La atmósfera es de dolor compartido, punctuada por los suaves llantos y los abrazos reconfortantes de quienes conocen el sufrimiento demasiado bien. Wahim, un maestro que cuidó a muchos de los jóvenes víctimas, lucha por articular su dolor. “Esto es un desastre. ¿Cómo empiezo siquiera?” lamenta antes de sucumbir a las lágrimas, un recordatorio conmovedor del costo emocional que esta tragedia ha tenido en los educadores y mentores que vieron crecer a estos niños. Ivan Ebrahim sostiene una fotografía preciada de su primo de 10 años, Milar Shaar, la víctima más joven, descrito como un niño vibrante con amor por el fútbol y los videojuegos. “Él es el mejor niño aquí. Todos lo querían”, reflexiona Ivan, sus palabras empapadas de desamor. Mientras la comunidad llora, el tío de Milar, Nassar Ebrahim, captura el sentimiento que permea el pueblo: “Todo el pueblo está de luto”. En este momento de tragedia compartida, la comunidad de los Altos del Golán se mantiene unida en su duelo, un recordatorio conmovedor del pesado costo que el conflicto exige a vidas inocentes. A medida que navegan por su tristeza, la conversación inevitablemente se desplaza hacia el futuro, uno lleno de incertidumbre y la amenaza inminente de más violencia.

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