Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El reciente triunfo en las elecciones presidenciales de Masoud Pezeshkian en Irán ha despertado la atención internacional debido a sus promesas de reformas y de una potencial apertura al diálogo con Occidente. Sin embargo, es importante tener presente que en Irán, a diferencia de la mayoría de las repúblicas, el presidente no es la figura de mayor poder en el país. El verdadero líder supremo en Irán es el ayatolá Alí Jamenei, quien ostenta la máxima autoridad política y militar en la nación. Con 85 años de edad, Jamenei ha sido la figura central en el gobierno iraní desde 1989, sucediendo al ayatolá Ruhollah Musavi Jomeiní. El líder supremo tiene la potestad de declarar la guerra y la paz, movilizar a las fuerzas armadas, así como de controlar la Policía Nacional y la Guardia Revolucionaria Islámica, entre otras atribuciones. A pesar de que el presidente en Irán tiene la responsabilidad de la gestión diaria del gobierno y ejerce influencia en asuntos interiores y exteriores, su poder se ve limitado en temas de seguridad y defensa, los cuales son competencia directa del líder supremo. Además, tanto las actividades del presidente como las decisiones del gobierno están sujetas a la supervisión de Jamenei y de otras instancias como el Consejo de Guardianes y el Parlamento. Es importante destacar que el Consejo de Guardianes, conformado por clérigos y juristas designados por el líder supremo, posee la facultad de anular leyes que consideren contrarias a la doctrina religiosa oficial de la nación o a la Constitución. Este órgano también tiene poder para vetar candidaturas a cargos de elección popular, como lo hizo recientemente con 74 aspirantes a la presidencia, incluyendo varias mujeres. A pesar de las promesas de Pezeshkian de relajar el control gubernamental sobre internet y cuestionar la política del velo islámico, las posibilidades de que logre implementar cambios significativos se ven obstaculizadas por el poder concentrado en manos del ayatolá Jamenei. Este último tiene la capacidad de bloquear cualquier reforma que considere una amenaza al sistema político establecido en 1979, que combina elementos democráticos con teocráticos. La historia reciente de Irán nos muestra cómo intentos anteriores de reformas, como los llevados a cabo por el moderado Mohamed Jatamí, fueron anulados por el Consejo de Guardianes y la Justicia, resultando en la censura de medios de comunicación y detenciones. A pesar de ello, el papel de Pezeshkian podría ser crucial para el futuro del país, especialmente en el escenario de un eventual fallecimiento de Jamenei, donde participaría en la asamblea encargada de elegir a su sucesor según lo establecido en la Constitución iraní. En resumen, aunque la elección de un presidente reformista en Irán genera expectativas de cambio, la realidad política del país muestra que el verdadero poder sigue residiendo en manos del ayatolá Jamenei y de las instituciones controladas por él. El desafío para Pezeshkian será navegar en un escenario donde las reformas pueden ser bloqueadas y donde la influencia del líder supremo es determinante en el rumbo del país.