Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En un mundo donde el genocidio y su negación coexisten, los ecos de atrocidades pasadas resuenan en el presente, dando forma a la trayectoria de naciones y pueblos atrapados en el ciclo de violencia y sufrimiento. El fenómeno del "genocidio de Schrödinger" no es solo un concepto teórico; es una realidad vivida para comunidades como los bosnios que han experimentado los horrores de la limpieza étnica y la subsiguiente glorificación y negación de estos crímenes contra la humanidad. Las cicatrices del genocidio bosnio, perpetrado en la década de 1990, todavía perduran a pesar de las sentencias dictadas por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY). La República Srpska, un símbolo contundente del proyecto genocida serbio, se erige como un testimonio de la impunidad disfrutada por aquellos responsables de actos inenarrables de violencia y atrocidades masivas. En un escalofriante paralelismo, el asalto israelí a Gaza ha generado comparaciones con el genocidio bosnio, con la Corte Internacional de Justicia (CIJ) expresando preocupaciones sobre la posibilidad de que un genocidio se desarrolle ante los ojos del mundo. La retórica de deshumanización y justificación de la violencia empleada por funcionarios israelíes refleja las narrativas que allanaron el camino para el genocidio bosnio, resaltando las peligrosas consecuencias del odio y la intolerancia descontrolados. Mientras los sobrevivientes del genocidio son testigos de la glorificación y negación de su sufrimiento, la undécima fase, como acuñó el estudioso del genocidio Gregory Stanton, se desarrolla ante nuestros ojos. La revisión de la historia, la celebración de criminales de guerra y la normalización de la violencia crean un ambiente tóxico donde se siembran las semillas de futuras atrocidades. La complicidad de las potencias occidentales en permitir y perpetuar actos genocidas no puede pasarse por alto. El encubrimiento sistemático de crímenes de guerra israelíes, la supresión de información y la criminalización de la disidencia sirven para proteger a los perpetradores de la rendición de cuentas y perpetuar un ciclo de violencia e impunidad. La perversión de la justicia y la distorsión de la verdad ante el genocidio niegan la humanidad de las víctimas y borran la memoria colectiva de un sufrimiento inenarrable. El fracaso de la comunidad internacional en actuar de manera decisiva frente a las atrocidades en curso subraya la urgente necesidad de reevaluar nuestra brújula moral y comprometernos con la defensa de los principios de justicia y derechos humanos. Mientras lidiamos con las implicaciones del genocidio de Schrödinger, se nos recuerda la fragilidad de la paz y el legado duradero del trauma que deja a su paso. El camino hacia adelante está lleno de desafíos, pero las voces de los sobrevivientes, defensores e individuos conscientes de todo el mundo ofrecen un destello de esperanza en un panorama por lo demás sombrío. Los fantasmas del pasado acechan el presente, instándonos a enfrentar las verdades incómodas de la historia y a solidarizarnos con aquellos que continúan cargando el peso de una pérdida y una injusticia inenarrables. El camino hacia la reconciliación puede ser largo y arduo, pero la alternativa—el silencio, la complicidad y la negación—amenaza con perpetuar el ciclo de violencia y sufrimiento por generaciones venideras.