El asesinato de Haniyeh desata tensiones: La política de EE. UU. enfrenta una prueba crucial en la región.

El asesinato de Haniyeh desata tensiones: La política de EE. UU. enfrenta una prueba crucial en la región.

El asesinato de Ismail Haniyeh por operativos israelíes escala las tensiones en Oriente Medio, complicando la política exterior de EE. UU. y arriesgando un conflicto más amplio.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Guerra

El asesinato de Ismail Haniyeh, el líder político de Hamás, marca un punto crítico en el conflicto en curso que ha envuelto al Medio Oriente. Presumiblemente llevado a cabo por operativos israelíes en Teherán, este acto no solo ha paralizado las negociaciones de un posible alto el fuego y los intercambios de rehenes, sino que también ha escalado la amenaza de una guerra regional más amplia. Casi inmediatamente después de la muerte de Haniyeh, el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei, dejó claro que habría represalias contra Israel, un movimiento que ha encendido alarmas en los círculos diplomáticos. Este evento subraya un defecto significativo en el enfoque del presidente Biden hacia el conflicto de Gaza, basado en la creencia errónea de que la guerra podría ser contenida dentro de las fronteras de Gaza. Mientras la administración ha tratado de gestionar la situación con la esperanza de que no se desbordara en una confrontación regional más amplia, la realidad ha sido drásticamente diferente. Las hostilidades en curso ya han reverberado en los países vecinos—Yemen, Líbano, Siria, Irak—y ahora, con la participación de Irán, el potencial de una conflagración a gran escala es peligrosamente inminente. Algunos analistas dentro del establecimiento de política exterior de EE. UU. se aferran a la noción de que ni Estados Unidos ni Irán buscan una guerra a gran escala, sugiriendo que podrían prevalecer cabezas más frías. Sin embargo, la historia sugiere que una vez que la violencia se desata, a menudo se sale de control de sus instigadores. Incluso si las intervenciones diplomáticas logran desescalar temporalmente las tensiones, la trayectoria actual de la política estadounidense representa un profundo fracaso moral y estratégico. Las ramificaciones se extienden mucho más allá del sufrimiento humano inmediato; amenazan con erosionar la credibilidad de EE. UU. y socavar los principios mismos de un orden internacional basado en reglas. El precario estado de cosas en la región se puede rastrear hasta una serie de suposiciones erróneas que moldearon la política estadounidense mucho antes de que estallara la violencia en octubre. Antes del estallido de hostilidades el 7 de octubre, el enfoque de la administración Biden se centraba principalmente en asegurar un acuerdo entre Israel y Arabia Saudita. Este enfoque se basaba en la suposición errónea de que la situación del pueblo palestino podría ser ignorada indefinidamente, con solo cambios cosméticos a la larga ocupación militar que han soportado. Los ataques del 7 de octubre sirvieron como un recordatorio brutal de que tales fantasías no pueden resistir las duras realidades sobre el terreno. En los meses posteriores al estallido de la violencia, la administración Biden ha enfrentado una creciente presión para pedir un alto el fuego. En cambio, ha optado por apoyar los esfuerzos militares de Israel, proporcionando armas y respaldo político que solo han fortalecido al gobierno de derecha en Tel Aviv. Al mismo tiempo, el conflicto ha continuado expandiéndose, con el lanzamiento de cohetes desde Líbano forzando a miles de israelíes a huir de sus hogares, y los ataques hutíes desde Yemen interrumpiendo rutas de envío cruciales en el Mar Rojo, contribuyendo al aumento de los costos de flete global. Además, las repercusiones de la participación de EE. UU. se han sentido no solo en Israel y Palestina, sino también en las vidas de los miembros del servicio estadounidense. El ataque con drones a una base estadounidense en Jordania, que resultó en la pérdida de tres vidas estadounidenses, es un claro indicador de cuán profundamente se ha enredado EE. UU. en esta compleja red de conflicto. Cada ataque de represalia de EE. UU. sirve para enredarlo aún más en las dinámicas regionales, complicando cualquier camino hacia una resolución sostenible. Al estar en este cruce de caminos, es evidente que la situación no es meramente un conflicto localizado, sino un barril de pólvora de implicaciones geopolíticas más amplias. Las apuestas para todos los involucrados son altas, y la necesidad de una reevaluación de la política estadounidense nunca ha sido más urgente. Ante el aumento de las tensiones y la real posibilidad de una guerra total, la comunidad internacional debe abogar por un enfoque diplomático que priorice la desescalada, las preocupaciones humanitarias y el reconocimiento tan esperado de los derechos palestinos. Sin tal corrección de rumbo, las repercusiones de la trayectoria actual resonarán mucho más allá de Gaza, con consecuencias que podrían remodelar la región durante años.

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