Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha vuelto a defender la reputación de su país en la lucha contra el narcotráfico, afirmando que los datos de organismos internacionales desmienten las acusaciones de Estados Unidos de que Venezuela actúa como un centro neurálgico en el tráfico de drogas. Durante su programa “Con Maduro+”, el mandatario resaltó que las aseveraciones que llegan desde el norte son infundadas y carecen de fundamento, asegurando que la realidad es mucho más compleja y, en su opinión, favorable para Venezuela.
Maduro subrayó que informes de varias organizaciones, desde la Organización Mundial contra el Crimen Organizado hasta la Administración de Control de Drogas de EE.UU. (DEA), contradicen la narrativa estadounidense. En su discurso, Maduro detalló que la mayor parte de la cocaína que se produce en Colombia, Perú y Bolivia tiene como principal ruta de salida Ecuador, y no Venezuela, como sostienen las autoridades norteamericanas. Así, el presidente acusó al actual mandatario ecuatoriano, Daniel Noboa, de estar involucrado en un fraude electoral y de facilitar el tráfico de drogas a través de empresas vinculadas a su familia.
Para Maduro, es evidente que los organismos de inteligencia de EE.UU. son conscientes de las verdaderas rutas del narcotráfico, que, según él, se centran en el océano Pacífico. En este sentido, citó al presidente colombiano, Gustavo Petro, a quien reconoció como un "gran combatiente" en la lucha contra el narcotráfico y con quien comparte análisis sobre la complejidad de la situación en la región. Esta afirmación busca posicionar a Venezuela como un país comprometido en la lucha contra el narcotráfico, en contraposición a las acusaciones que llegan desde Washington.
Más allá de las acusaciones, Maduro enfatizó que no existe producción de coca en Venezuela y que, en caso de encontrarse laboratorios de drogas, estos son destruidos. Aseguró que los informes de la ONU y otras agencias respaldan su afirmación, destacando que un alto porcentaje de los narcóticos que llegan a EE.UU. provienen exclusivamente de las regiones vecinas, sin que Venezuela esté involucrada en el proceso.
Sin embargo, la situación se complica con la reciente presencia militar de EE.UU. en la región, que ha incluido buques de guerra y aviones de combate. Estas acciones han sido interpretadas por Caracas como una agresión abierta, y el presidente Maduro no dudó en calificar los operativos de Washington como parte de un plan para desestabilizar su gobierno. Resaltó que la excusa del narcotráfico se utiliza como un pretexto para intervenir en los asuntos internos de Venezuela.
La respuesta internacional a estas operaciones ha sido variada. Mientras que algunos gobiernos y organizaciones de derechos humanos han condenado la violencia y el uso desmedido de la fuerza, el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, ha criticado los bombardeos realizados por EE.UU., que han dejado un número significativo de víctimas. La situación se torna aún más compleja al considerar las implicaciones de las intervenciones encubiertas autorizadas por el presidente estadounidense, que han sido parte de una estrategia más amplia en la que la CIA ha estado involucrada en Venezuela durante décadas.
Por otro lado, el incremento de la violencia y la inseguridad en la región ha suscitado preocupaciones entre los ciudadanos, quienes se ven atrapados en medio de una guerra que se libra no solo contra el narcotráfico, sino también contra las intervenciones extranjeras. Este clima de tensión se traduce en una creciente desconfianza hacia las fuerzas de seguridad, lo cual es alimentado por la percepción de que las operaciones antidrogas pueden estar motivadas por agendas políticas más que por el genuino deseo de combatir el narcotráfico.
En resumen, el discurso de Maduro intenta desmantelar la narrativa de que Venezuela es un centro de tráfico de drogas, al tiempo que denuncia las agresiones y manipulaciones por parte de EE.UU. En este contexto, la lucha contra el narcotráfico se ha convertido en un campo de batalla no solo de drogas, sino de ideologías y poderes en pugna. La realidad es que la complejidad del fenómeno del narcotráfico en América Latina requiere un enfoque multifacético y alejado de la polarización política, algo que todavía parece lejano en el actual clima internacional.
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