Tensión entre China y Japón revela desafíos de Xi Jinping en política exterior

Tensión entre China y Japón revela desafíos de Xi Jinping en política exterior

El Departamento de Justicia de Estados Unidos tiene 30 días para cumplir con la orden

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro
Política 21.11.2025

La reciente tensión entre China y Japón ha puesto de relieve los desafíos que enfrenta el régimen de Xi Jinping en su manejo de la política exterior, especialmente en el contexto de la retórica creciente sobre Taiwán. La primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, ha encendido las alarmas en Pekín con sus declaraciones sobre cómo un ataque chino a Taiwán podría amenazar la supervivencia de Japón, lo que ha llevado a un escalonamiento notable en las represalias diplomáticas y económicas por parte de Beijing. Sin embargo, lo que resulta particularmente intrigante es la decisión de Xi Jinping de evitar las tradicionales protestas populares anti-japonesas que en el pasado sirvieron como una válvula de escape para el descontento nacionalista.


Desde el encuentro entre Takaichi y Xi en Corea del Sur a finales de octubre, las tensiones han escalado rápidamente. La respuesta inmediata de China a las declaraciones de la primera ministra fue convocar al embajador japonés para expresar su enojo, una acción inusual que parece indicar la gravedad con que el régimen aborda esta crisis. Este tipo de comunicación diplomática generalmente se mantiene en un nivel más bajo, lo que sugiere que las palabras de Takaichi han resonado profundamente en el liderazgo chino.


En los días siguientes, las represalias de Pekín se intensificaron, abarcando desde advertencias de viaje hasta restricciones en la importación de productos del mar japonés. Mientras la administración china busca ejercer presión sobre Japón, ha optado por no recurrir a las manifestaciones populares, una estrategia que en el pasado resultó en protestas masivas y violentas. En 2012, la nacionalización de las islas Senkaku por parte de Japón desató una ola de indignación que fue, en muchos sentidos, alimentada por el propio gobierno chino.


El contraste entre la respuesta de ahora y la de hace más de una década es notable. En el contexto actual, China enfrenta una crisis económica interna que ha afectado profundamente a su población, lo que hace que cualquier llamado a la protesta popular pudiera ser potencialmente peligroso para el régimen. La inestabilidad económica, con un mercado inmobiliario en crisis y altas tasas de desempleo juvenil, ha creado un entorno en el que las manifestaciones podrían volverse contra el propio gobierno.


La memoria histórica de las protestas del Movimiento del Cuatro de Mayo y las recientes manifestaciones contra las políticas de COVID-19 son recordatorios de que, cuando la gente se siente reprimida, puede volcarse en contra de su propio gobierno. Esto es algo que Xi Jinping y sus asesores son muy conscientes, y es posible que su decisión de no alentar protestas anti-japonesas sea una medida preventiva para mantener la estabilidad interna.


En lugar de movilizar a las masas, el régimen está utilizando medios que no amenazan su control interno. Las represalias económicas, aunque duras, son calculadas y limitadas. Por ejemplo, el gobierno chino ha comenzado a presentar opiniones críticas de ciudadanos japoneses en sus medios estatales, una táctica que permite expresar descontento sin incitar al descontrol en las calles.


La retórica confrontativa también se ha intensificado con comentarios afilados de diplomáticos chinos, como el cónsul general en Osaka, quien realizó un mensaje que fue interpretado como una amenaza hacia Takaichi. Esta escalada verbal ha llevado a que sectores de la política japonesa exijan acciones más contundentes, como la expulsión del diplomático, lo que podría aumentar aún más las tensiones.


A medida que las relaciones se deterioran, la falta de un diálogo directo entre los líderes de ambos países se vuelve alarmante. Mientras Takaichi se prepara para asistir a la cumbre del G20 en Sudáfrica, la negativa de Beijing a coordinar una reunión con el primer ministro Li Qiang deja entrever que las posibilidades de un acercamiento son mínimas. Este enfriamiento en las relaciones diplomáticas podría tener repercusiones no solo para los dos países, sino también para la estabilidad en la región Asia-Pacífico.


En conclusión, Xi Jinping se encuentra en una encrucijada. Si bien busca mostrar firmeza ante Japón, es consciente del peligro que cualquier expresión de nacionalismo descontrolado podría representar para su gobierno. La estrategia de represalias económicas en lugar de una movilización popular podría ser un intento deliberado de mantener el control y evitar que el descontento se transforme en un desafío directo a su autoridad. Así, la crisis diplomática entre China y Japón se convierte en un microcosmos de las luchas internas y externas que el régimen de Xi debe navegar en estos tiempos inciertos.

Ver todo Lo último en El mundo